La tendencia al individualismo hace ver las relaciones fuertes como un peligro para los valores de autonomía personal. A esto se une la generalización de la ideología consumista que provoca la mercantilización de varios ámbitos de la vida. En este sentido el resto de personas empieza a verse como mercancías para satisfacer alguna necesidad, y el amor se convierte en un "bien" de consumo mutuo guiado por la racionalidad economicista.
En este contexto los vínculos afectivos estables se convierten en una hipoteca...la idea del matrimonio, el "hasta que la muerte nos separe", deviene un plazo inasumible en una sociedad marcada por el eterno presente y el usar y tirar de la sociedad de consumo...
En definitiva...Cada vez es más palapable la realidad de que vivimos en una sociedad donde se consumen relaciones del mismo modo que se consumen objetos, cuando una relacion (u objeto) no nos aporta los beneficios que exigimos la sustituimos por otra, debido a la gran oferta en el mercado.